Érase una vez una familia de leñadores, el padre, la madre y sus siete hijos. De estos niños el más pequeño era más o menos del tamaño de un dedo pulgar, y por eso le llamaban Pulgarcito. Pero aunque era tan pequeñín de tamaño, era enormemente listo y valiente. Los leñadores vivían cerca de un bosque, pero a fuerza de ir cortando árboles y árboles, cada vez había menos leña, por lo que un día le dijo el leñador a su mujer…..
-Mira mujercita mía, apenas queda ya leña, y hay tan poco trabajo que no gano suficiente dinero para alimentar a nuestros hijos. He pensado que como todos son buenos y trabajadores podría decirles mañana que les llevo al bosque para que me ayuden, y luego irme sin que me vean. Y de esta forma, al no saber ellos volver a casa, aprenderán a ganarse la vida por su cuenta. Porque aunque me da una pena terrible separarme de ellos, no quiero que por seguir viviendo conmigo se me mueran de hambre.
-A mí también me apena mucho separarme de ellos, pero tampoco quiero que pasen hambre, haz como dices.
Lo que ellos no sabían, era que Pulgarcito estaba escuchando esta conversación, y que como era tan listo ideó enseguida un plan para el día siguiente. Cuando por la mañana salieron al bosque, él fue tirando piedrecitas blancas, porque pensó que luego las podría seguir, y sabrían por dónde regresar a casa. Cuando se le terminaron las piedras empezó a tirar miguitas de pan. Pasaron el día trabajando en el bosque, y de repente, uno de los niños se dio cuenta de que su padre no estaba, y empezó a llorar. Pulgarcito dijo:
-No lloréis ni os preocupéis, yo he tirado piedrecitas blancas y miguitas de pan por el sendero que hemos seguido, y así sabremos volver a casa. Pero cuando se pusieron a buscar las miguitas de pan para seguirlas, vieron que no había ni una……¿Sabéis lo que había ocurrido? Pues que los pajaritos se las habían comido todas.
-¡Pues si que me he lucido! Yo que creía que era un plan tan bueno………Bueno es igual, caminaremos hasta encontrar un sitio para dormir.
-Pulgarcito, tengo frío….
-Y yo estoy cansado….
-¡Uy, qué lloricas! Pues yo soy más pequeño que vosotros y aguanto como un jabato. ¡Vamos, vamos, haced un esfuerzo!
Anduvieron los siete niños durante un buen rato, y cuando se hizo de noche, uno de ellos gritó de repente:
-¡Mirad! ¿No veis una luz allá entre los árboles?
-Sí, sí, hay una lucecita, seguro que es una casa….¡vamos!
Llegaron enseguida frente a una casa enorme, llamaron a la puerta y salió a abrirles una viejecita que les dijo:
-Pasad, pasad, ya veo que os habéis perdido…..No habéis elegido un buen sitio para dormir. Aquí vive el ogro de las botas mágicas que se traga crudos a los niños. Entrad y escondeos, que si no os oye, no ocurrirá nada y podréis iros cuando amanezca.
A los niños, lo del ogro no les gustó nada, pero como no tenían otro remedio, entraron en la casa sin hacer un solo ruido y rápidamente se acostaron en un rincón de la cocina, pero uno de ellos estornudó de repente, y el ogro que era enorme y muy malo se despertó gritando:
-¡Jajaja! Vieja ¿A quién has dejado entrar que huele a carne fresca de niño?…..¡Hombre, si hay nada menos que siete aquí escondidos, jajaja, menudo desayuno me espera mañana……! Vamos renacuajos, acostaros en esta otra habitación donde duermen mis siete niñas, que así os vigilarán para que no os escapéis, ¡Jajaja, ala, a la cama! Este chiquitín tiene que estar riquísimo…..Aquí tenéis siete gorros y siete camisones de mis hijas, no quiero desayunar mañana niños constipados….¡Jajaja, ala….! Y dando un portazo se fue a dormir.
Vio entonces Pulgarcito a las siete niñas, que eran feísimas y con cara de malas, y vio que dormían plácidamente. También noto que tenían siete coronas en sus siete cabezas, y entonces, sin pensarlo dos veces cambió los gorros de sus hermanos y el suyo propio por las siete coronas de las niñas, y a ellas les fue poniendo un gorro a cada una. Y a las doce de la noche…..
-Ahhhhh….ya me ha vuelto a despertar ese maldito reloj, ¡ahhhhh qué hambre tengo! En lugar de comerme a los hermanitos para el desayuno me los comeré ahora mismo. ¡Ahhhh ahora mismo! Subió el ogro a la habitación de sus hijas y empezó a tocar todas las cabezas. Cuando tocaba una cabeza con gorro levantaba a quien lo llevaba y se lo tragaba. De esta manera se comió a sus siete hijas, que como estaban dormidas ni siquiera se enteraron. Cuando terminó el banquete volvió a su habitación y enseguida se oyeron uno ronquidos que temblaba toda la casa.
-¡Arriba hermanitos, aprisa, nos vamos! Pulgarcito y sus hermanos salieron y corrieron durante un rato hasta que encontraron un buen sitio para esconderse.
A la mañana siguiente, cuando el ogro se dio cuenta de que se había comido a sus siete hijas se enfadó muchísimo y calzándose unas botas mágicas, que se llamaban las botas de “siete leguas” se marchó a toda velocidad a buscar a los hermanitos. Las botas eran enormes y cada paso que el ogro daba con ellas, recorría siete leguas, por eso se llamaban así. Los niños le vieron desde su escondite pasar una y otra vez, y por fin, como no los encontraba, vieron como se echaba a dormir un rato para descansar.
-Ahora que duerme iré y me pondré sus botas que corren tanto, me llevarán rápidamente ante el rey, y le diré donde está el ogro a quien tanto busca.
Pulgarcito dijo a sus hermanos que se quedaran allí sin moverse, y él, muy despacito y sin hacer ruido, se acercó al ogro, que dormía a pierna suelta, y le quitó las botas. Al ponérselas, vio que se volvían justo, justo del tamaño de su pie.
En voz baja les pidió que le llevaran ante el rey, y en dos minutos estaba Pulgarcito ante el rey.
-Majestad, sé donde se encuentra el ogro de las botas mágicas. Y rápidamente, Pulgarcito contó al rey todas sus aventuras.
-Ese ogro del que me habláis tiene aterrorizado a mi país desde hace mucho tiempo, al instante enviaré a un guardia para que lo detenga.
Así fue como aprovechando que estaba dormido detuvieron e hicieron prisionero al ogro. Y como todo esto se había logrado gracias a Pulgarcito, el rey le colmó de riquezas a la que acudió todo el pueblo, que vitoreaba y aclamaba a Pulgarcito.
-Muchas gracias majestad, gracias a todos. Me gustaría pediros un último favor, que pongáis un guía a mi disposición para poder encontrar a mis padres.
Fue un guía pues, el encargado de hallar la casa de los padres de Pulgarcito, que estaban muy preocupados por sus hijos. Cuando les contó todo lo sucedido, dieron gracias a Dios porque no les había ocurrido nada malo. Y al cabo de un par de días, estaban todos reunidos otra vez. Aunque los papás no quisieron tomar nada del dinero de Pulgarcito, éste mandó construir una casa nueva con granja y todo, para que no pasaran más necesidades. Y a partir de entonces, vivieron padres e hijos juntos y muy felices.